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Angel Alonso y Victoria Acebo

Lo que activa este edificio es la disposición de sucesos perceptivos alrededor de tres operaciones básicas: organización, medida y acontecimiento.

La organización es la investigación radical de lo heterogéneo a través de la mezcla de dos programas. El programa del conservatorio de danza sirve de excusa para un espacio esponjado y caótico, continuo y vertical que configura el museo. Esta complejidad inicial provoca una contraposición muy efectiva: el conservatorio es un espacio sucesivo dispuesto en el interior de una gran forma de hormigón; la organización radial hace que cada sala tenga una orientación diferente expresada en los grandes cajones transparentes de la fachada. Por el contrario, el museo, desarrollado en el espacio fluido que queda entre la forma y el límite del prisma, es un espacio simultáneo en el que la presencia continua del vidrio dialoga con la forma de hormigón. Toda la organización toma forma en una especie de superestructura organizativa de grandes luces en la que lo importante son sensaciones sencillas: arriba, abajo, alrededor, encima, dentro, fuera. Este espacio fluido, simultáneo y vertical tiene su límite superior en un elemento plástico que sirve de referencia permanente en el recorrido ascendente de la visita.

La medida es la relación intensa del visitante con la escala arquitectónica. Si el museo parece remitir a experiencias casi escultóricas, al introducir la escala de lo constructivo, se desvela como arquitectura. Esta escala fluctúa entre la tabla de madera de 12 cm., la hoja de vidrio de 80cms. y la estructura de módulo 240cm. Son medidas relacionadas que se organizan armónicamente para formar un edificio, y uno puede así entender las distancias y los tamaños por los elementos de construcción dispuestos como referencia; puede leerse todo el proceso constructivo a través de la exposición de los sistemas, las juntas, lo mecánico, los materiales crudos, lo que potencia esa intensidad de relación entre la materia y el espacio. Conseguir que la medida funcione exigió un alto nivel de precisión en los engarces entre los diferentes sistemas, especialmente el nodo hormigón-metal-vidrio, donde las tolerancias se miden en mm.

El acontecimiento surge de la búsqueda incansable de propiedades estimulantes en la materia de construcción. El espacio esta habitado por acontecimientos mensurables, previsibles y modelables pero que, mediante una manipulación sensible, nos aproximan a fenómenos naturales y a acontecimientos perceptivos.
La luz. El vidrio es una masa moldeable, y en ese proceso pueden propagarse nuevas condiciones: podemos imprimir características a la luz. El vidrio que cierra el espacio del museo no deja ver el exterior, pero deja intuirlo. No anula la forma, pero a través de la refracción la fragmenta, la destruye, la descompone en millones de rayas. No solo ilumina, sino que ademas concibe miradas inverosímiles, promueve accidentes, improvisa nuevos brillos. La luz que se refracta en el vidrio materializa el movimiento del sol y en su movimiento tintineante por el perímetro produce el acontecimiento.
El sonido. La música que nos interesa basa su exploración en el sonido más que en la estructura o la forma, y por lo tanto en la estimulación. Desde las guitarras atonales de Sonic Youth a las sinfonias de Glenn Branca (en Hallucination City consigue con una orquesta de 100 guitarras llegar al ruido blanco a base de mezclar tantos colores). Como avispas sicóticas, 1000 cilindros de colores pululan alrededor de nuestra forma de hormigón añadiendo el ruido visual necesario que defina nuevos valores armónicos. Más que el propio valor de la polifonía, lo interesante son los contrastes y asociaciones: silencio industrial hecho música, sensibilidad táctil del tímpano, suplantación visual del ruido, un poco de distorsión esponjosa como contrapunto. Objetivamente los cilindros son masas de absorbente acústico forradas de material textil transparente al sonido, que anulan, mediante la difracción, las frecuencias mas incómodas. Pero de alguna forma este plano de color es capaz también de absorber la mirada que en caso de atravesarlo advertiría el caos de las vísceras.

La piel chispeante, el volumen interior escultórico y el límite plástico del techo de cilindros son los acontecimientos que activan el museo. Pero la autentica matriz de este espacio es la configuración del conservatorio. Este es el verdadero protagonista sacrificado y oculto, que por su discontinuidad permite la continuidad del museo y la percepción del espacio como un fluido que discurre entre gigantescos volúmenes inexpugnables e inaccesibles, cuya presencia enigmática no tiene explicación ya que nunca se visitan. Y es en este instante indecible en el que comprendemos el porque de ese espacio, es ahi cuando apreciamos especialmente el valor propositivo de una organización inicial radical (dos programas separados dentro de un mismo volumen) unida a un proceso intenso de investigación sobre pocos elementos.