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Hiroshi Sugimoto: Seascapes

Hiroshi Sugimoto cuenta en un texto autobiográfico, una conversación que tuvo con su tutor y amigo Yamada, en los años finales de su educación primaria. Observaban el esqueleto de una ardilla que Yamada acababa de recomponer, mientras le explicaba que los humanos somos el resultado evolutivo de animales de este tipo.
“ Quieres decir, que si me remonto a los bisabuelos de los bisabuelos de mis bisabuelos… llegaría a una ardilla? “ preguntó Sugimoto.
“Bueno, algo así”, respondió Yamada.
“Ya… y si nos remontamos a los bisabuelos de los bisabuelos de los de la ardilla, a dónde llegaríamos?”
“ … al mar”.

Muchos años después, en 1980, Sugimoto se preguntaba sobre la posibilidad de recuperar en el mundo de nuestros días, alguna escena que permaneciera intacta, igual que la pudieron ver nuestros antepasados hace millones de años. Las imágenes que acudieron a su mente fueron el monte Fuji y las cataratas Nachi. Se imaginó dos grandes montañas, una el monte Fuji y otra, el monte Hakone, justo antes del colapso de su cima, creando el lago del cráter Ashinoko. ¡ Qué maravillosa vista debía de haber sido ¡… desafortunadamente, la topografía ha cambiado. Mientras la tierra ha cambiado su forma de manera continua, el mar es inmutable. “ Así comenzaron mis viajes en el tiempo, a los mares antiguos del mundo”.

Sugimoto realizó durante veintidós años ( 1980 – 2002 ) una serie de paisajes del mar, si es que se puede decir así. Son composiciones muy simples, el horizonte divide el encuadre en dos partes iguales de agua y aire. A pesar de títulos como “Mar Caribe, Jamaica”, no son ilustraciones de lugares geográficos, sino intentos de capturar en una película las cualidades de la luz, del aire, del agua y de la atmósfera. No son fotografías del mar, sino imágenes que surgen de las oscuras profundidades del pasado, máquinas del tiempo capaces de ampliar nuestra visión más allá de nuestra existencia.

En una reciente conferencia en Madrid, Sugimoto reafirmó su interés por la arquitectura. Durante los años 1997 a 2002 realizó series de fotografías de edificios clave en la historia de la arquitectura contemporánea. No eran fotos descriptivas, sino un test, un exámen de “consistencia”. Sugimoto desenfocaba a propósito los encuadres seleccionados, y supervisaba posteriormente la “reacción” de las obras fotografiadas. Muchas se quedaban en el camino. “…me he acercado a las obras de arquitectura moderna que más me gustan con mi vieja cámara de gran formato. Cuando por fin encuadraba el punto de vista deseado, me daba cuenta de que estos edificios estaban llenos de imperfecciones tales como manchas, grietas, etc… Decidí desenfocar las imágenes y el resultado fue así de sorprendente. Solamente la arquitectura superlativa sobrevive una agresión de este tipo.”

No es casual, que una serie de elementos tales como la luz, la materia o la memoria de las cosas se encuentren en la obra de un artista, de un observador, interesado en la arquitectura. Siempre me impresiona el recuerdo del mar y me pregunto por las connotaciones arquitectónicas de esos paisajes del mar. Sin embargo, en nuestro entorno mediterráneo cuando se mira el mar desde el encuadre de Sugimoto, la impresión es desoladora, ya que a lo peor el mar tampoco es inmutable… no estoy seguro de que ese mar sea igual que el de hace millones de años.

Mientras lo pienso, me velvo a introducir en la máquina del tiempo del maestro Sugimoto, y visito el mar Tirreno de Monte Polo, el Caribe jamaicano, el Pacífico Sur de Tearai, el Mediterráneo de Cassis, el Egeo de Pilion, el Pacífico Norte de Ohkurosaki, el Negro de Ozuluce, el Mármaro de Silivli, el Boden de Uttwil el Ligur de Saviore, el Celtic de Boscastle, el de Japón de la Isla de Rebun, el Báltico de Rügen…

Hiroshi Sugimoto, fue galardonado el año pasado con el premio Photoespaña06,“en reconocimiento a una trayectoria que se caracteriza por su pasión por el detalle y el dominio de la técnica”.

Jaime Sicilia Fernández-Shaw
arquitecto