Destilando un estilo
Alfons Romero
Este artículo comenzó un día primaveral en la terraza de un restaurante, con una buena comida en la mesa. El hecho puede parecer superfluo, pero no es así. Emili Sagristà y Margalida Simó viven una búsqueda constante de la perfección en todos sus detalles, y siempre en clave de arquitectura. Oírles hablar de sus viajes, la comida, sus muebles, etc., es sumergirse en esta profesión que les ha unido.
Su relación comenzó en el año 2002 con una exitosa sucesión de concursos, tales como el del hipódromo de Son Pardo (primer premio), el de la ordenación del Born de Palma (tercer premio), y el concurso de 90 viviendas en Santa Ponça del Ibavi (seleccionados). A partir de aquí, su afinidad les llevó a compartir estudio. Era el año 2004.
Cuando Peter Zumthor afirma que “lo sencillo impacta”, habla del exceso de ruidos (imágenes, formas, sonidos, etc.) que ha invadido nuestros paisajes. Heredero del “menos es más” que mucho antes dogmatizó Mies, esta manera de actuar ha tenido su resurgimiento a medida que este tipo de contaminación se ha ido agravando. Así trabajan Emili Sagristà y Margalida Simó, buscando la máxima expresividad a través de la mínima expresión.
Sus proyectos son siempre de planta rectangular, hecho que se ve favorecido por estar ubicados generalmente en parcelas entre medianeras. Pero sorprende que siga siendo así cuando hay más libertad de implantación, como es el caso del edificio JS Hotels, el refugio en Orient, la casa Molí en Sa Pobla, etc. Miguel Ángel Buonarroti afirmaba que sus esculturas ya estaban dentro del bloque de mármol procedente de la cantera y que él tan sólo extraía la piedra sobrante. De forma similar, Sagristà y Simó arrancan de la base más sencilla, y a partir de aquí comienzan un trabajo en el que los espacios van ocupando su lugar, se deciden los materiales, etc. En definitiva, buscando y encontrando argumentos que van enriqueciendo el proyecto. Podríamos decir que es una manera de trabajar casi antagónica a la que se presentaba en el D’A1 anterior (Ripoll + Tizón), donde la génesis era una suma de elementos (volúmenes, múltiples directrices, texturas, materiales, etc.) muy propias de la escuela Miralles, donde un trabajo de adaptación y síntesis acaba creando un resultado final. Parece lógico que estos caminos, aunque tiendan a acercarse, lleguen a resultados tan distintos.
En la obra de Sagristà y Simó los espacios interiores se conectan con grandes vanos que acostumbran a tratarse de suelo a techo y de lado a lado, como muros inexistentes o interrupciones, siguiendo un lenguaje de abstracción neoplástica en el que habitualmente se desdibujan los límites o, en otros casos, crean una extensión del espacio interior hasta un muro proyectado más allá. Los materiales, mínimos y siempre prescindiendo de artificios, suelen ser recurrentes: piedra, yeso (pintado de blanco), hormigón, madera (definiendo grandes frontales de armarios) y vidrio (con marco de aluminio). Finalmente, también encontramos otro elemento reiterativo: la escalera, siendo ésta de un tramo, con el fin de enfatizar su linealidad y minimizar geometrías, y habitualmente de aspecto ligero.
Otro elemento habitual en sus proyectos es el patio. Utilizado como herramienta de control del paisaje, les permite acotar y controlar el mundo con el que se relaciona su arquitectura. Este es el caso de la casa Portassa en sa Pobla, en la que un patio bascula como transición entre el entorno –sin un especial interés- y el mundo interior del proyecto. Pero ésta no es una estrategia limitada al ámbito urbano. En la casa Molí, en un paisaje totalmente llano y abierto, esta vivienda unifamiliar se proyecta a un gran patio rodeado por un muro de piedra arenisca (marès); o, finalmente, el Tanatorio de sa Pobla, donde un patio longitudinal deja el muro del cementerio como fondo de un ventanal que nos acompaña a lo largo del proyecto. Pero quizás el refugio de Orient sea el caso en el que se lleva más al extremo este recurso, con un patio diafragma en el que casi se han desdibujado los límites. Cuando no se puede utilizar este elemento (limitaciones de la parcela, normativas, etc.) el concepto se invierte transformando su proyecto en el paisaje de un espacio exterior incontrolable, como ocurre en el edificio corporativo JS Hotels. En este caso la edificación se manifiesta como un volumen con un tratamiento único en el que no existe composición de elementos, sino diseño de una piel que rodea el prisma.
Puede parecer paradójico que esta arquitectura se haya desarrollado mayoritariamente en los pueblos o en el entorno rural. Este hecho dice mucho de su manera de entender la profesión, resultado, por un lado, de la firme convicción en unos valores del proyecto basados en el ideario del Movimiento Moderno, donde la abstracción, la geometría y otros principios universales prevalecen sobre condicionantes o contaminaciones más inmediatas o locales; y, por otro, de la gran perseverancia que mantienen durante todo el proceso proyectual y constructivo, de manera que el resultado final, sometido a múltiples inputs, no se aleje de su objetivo.
Como decía al inicio, Sagristà y Simó viven la arquitectura con una intensidad que les potencia mutuamente, llegando así a cotas de coherencia en su propio lenguaje difícilmente alcanzables de otra manera.
© D’A digital COL·LEGI OFICIAL D’ARQUITECTES DE LES ILLES BALEARS