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Edición 3: mayo de 2013

Del encuentro entre la idea y el lugar

Joan J. Gomila, arquitecte

 

Pocos arquitectos han influido tan decisivamente en la manera de pensar y concebir la arquitectura contemporánea de Menorca como el portugués Álvaro Siza (1933), sobre todo con las obras diseñadas a lo largo de la década de los noventa, cuando el arquitecto de Oporto acaba la iglesia de Santa María en Marco de Canaveses, la facultad de Arquitectura de Oporto o la biblioteca de la Universidad de Aveiro. Su reputación se extiende por todas partes, al tiempo que su actitud ante el proyecto, generada por la mirada atenta al lugar, llega a impregnar los trabajos de muchos arquitectos jóvenes y, también, de algunos arquitectos menorquines que en aquel momento buscan nuevos caminos fuera de las modas altamente tecnificadas, complejas y un poco extravagantes de los arquitectos estrella, que ya hace un tiempo que aparecen intensamente en los medios de comunicación y en las revistas especializadas.

Estos arquitectos isleños, siempre atentos a las últimas ideas que conforman el panorama arquitectónico contemporáneo e interesados en las que se puedan aplicar en Menorca, quedan impactados por la arquitectura blanca, de volúmenes simples y aparentemente fácil de Siza y la absorben como esponjas marinas llegadas suavemente a la arena intentando practicar en cada inicio de sus nuevos proyectos la manera de hacer sencilla, inteligente, siempre con mirada innovadora, del arquitecto portugués.

De todos los arquitectos menorquines que bebieron de las fuentes sizanianas de finales del siglo pasado, Xavi Mantolán (1968) ha sido el que más hábilmente ha sabido captar el fondo del mensaje del maestro portugués y aplicar los procedimientos conceptuales y la práctica profesional detallista en su producción. No solo en las formas y volúmenes blancos proyectados desde aquellos años hasta hoy, sino también en el perfeccionamiento del diseño de todos los elementos pensados específicamente para cada lugar y en la vigilancia estricta y constante de la ejecución de las obras.

La casa Els Ullastres (Los Acebuches), de 1997, muestra ya una estudiada ubicación, en el ámbito de una parcela rectangular, en la que el desarrollo del programa se explica sobre la base del desmenuzamiento de funciones, que se traducen en una volumetría blanca, tendida y baja, que juega con los negros de la carpintería y las sombras. No interesa tanto aquí priorizar las vistas como dar sentido a la casa, estudiar muy bien las conexiones interior-exterior y hacer que los volúmenes participen del nuevo orden que coloniza el sitio para conformar espacios más agradables en esta casa de veraneo. Xavi Mantolán controla perfectamente la forma de dejar la casa sobre el terreno y, tal vez inconscientemente, filtra las imágenes aprehendidas de los volúmenes simples de las pequeñas casas de pescadores de Biniancolla y nos devuelve una arquitectura de hoy plenamente integrada en el entorno.

El paso del tiempo y la madurez de la arquitectura blanca se pueden observar en la casa Les Alzines (Las Encinas), de 2010, construida junto a la comentada anteriormente en la cala de Biniancolla. Aquí la idea es reagrupar las piezas interiores alrededor de un espacio exterior que dé intimidad a la casa y la ocupación del terreno se hace de manera más compacta. La casa se cierra en sí misma y la imagen que se muestra al exterior se ha hecho más compleja y detallista, traduciendo en la arquitectura la bonanza económica de un tiempo que ya ha pasado definitivamente. Ya no es el volumen simple extendido sobre la topografía sin manipular de la primera casa, sino el prisma alargado al que se deja medio sobresalir sobre el terreno ligeramente excavado. La misma idea en el mismo lugar diez años después: la pericia del arquitecto que lee el entorno, mira el lugar con ojos experimentados y traduce en la arquitectura su propia evolución.

Las casas unifamiliares de Xavi Mantolán son cajas blancas depositadas como maquetas en terrenos reales. Modelan el espacio y se hacen presentes en los encuentros entre volúmenes y en las soluciones constructivas sencillas que existían pero en las que no habíamos reparado.

Los edificios urbanos que Xavi Mantolán ha proyectado se han solucionado con la misma coherencia que las casas aisladas, pero con una gran preocupación por la definición de la piel como elemento que nos hace ver cómo es el edificio por dentro y, a la vez, cómo el ambiente urbano en el que está situado le lleva a definir una solución arquitectónica u otra. El edifico de viviendas en Vives Llull, del año 2000, fue una aportación de arquitectura fresca al barrio de la avenida de Menorca, en Mahón. La creación de un espesor mediante dos fachadas incorporó al panorama isleño los frentes de persianas correderas sobre terrazas alargadas, las cuales solucionaban con eficacia la protección solar y mostraban la versatilidad de un interior bien resuelto. De acuerdo con las teorías modernas de intervención en la ciudad compacta, el edificio ayuda a valorar un entorno urbano de arquitectura vulgar haciendo presente una propuesta que no se oculta de ser actual y transmite al exterior la reflexión del arquitecto sobre la idea de "caja y estuche" en el diseño de la composición de los frentes.

El edificio Casapaca, de 2005, explora una nueva solución en la fachada y ensaya una estructura en voladizo hacia las medianeras vecinas, a la vez que muestra una estudiada distribución en la que el aprovechamiento del reducido espacio permite definir dos apartamentos por planta. La voluntad de Xavi Mantolán de crear arquitecturas de volúmenes simples, composición racional y estética silenciosa en las actuaciones aisladas se extiende también a los edificios urbanos. El edificio Casapaca es una caja blanca vertical, limpia y discretamente tratada en función de necesidades interiores, que se adapta con imaginación a la normativa vigente haciendo de la dificultad que éstas comportan para desarrollar una buena arquitectura virtud del proyecto propuesto. El cumplimiento de la normativa ha provocado, en muchos casos, una fuerte sacudida a la imaginación del arquitecto, y ha hecho sacar recursos proyectuales que estaban al alcance pero no eran empleados. Tal sería el caso de la concepción de la casa Melià - Vidal, de 2008, en Cala Llonga, en la que las determinaciones de las alturas que la normativa fija estrictamente son la justificación de la forma volumétrica que define una de las últimas cajas blancas de Mantolán.

La manera de ser de Siza ha caído en terreno fértil en Menorca. El encuentro entre la idea y el lugar ha favorecido la aparición de obras basadas en sus reflexiones, insistiendo en la importancia de la ubicación y en el valor del silencio de esta arquitectura simple frente al desorden chillón de las construcciones del boom inmobiliario.




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